sábado, noviembre 17, 2018

VERGUENZA AJENA POR COMENTARIOS DE PERIODISTAS Y COMENTARISTAS


Los partidos políticos en el Perú, salvo honrosas excepciones, son organizaciones ya sea abiertamente delincuenciales o, en el mejor de los casos, organizaciones al servicio de intereses personales, indiferentes al interés y sentir ciudadano y controladas por caudillos inescrupulosos a los que solo les interesa el poder. 

Mas aun, en su afán por acumular ese poder se las han ingeniado para tergiversar inescrupulosamente la limitada y secundaria función que les reserva la constitución[1] promulgando inconstitucionales leyes para convertirse en impunes protagonistas y gestores de nuestro sistema de gobierno. 

En el colmo de la prepotencia y descaro han inclusive logrado, bajo el acomodaticio y falso pretexto de fortalecer los partidos políticos para defender la democracia, prenderse de la ubre fiscal pasando leyes para que sea el Estado quien los mantenga con dineros públicos a fin de compensar la total indiferencia de la ciudadanía hacia su existencia.  

Esto, no obstante que la historia ha demostrado fehacientemente que son precisamente los partidos políticos los artífices y responsables de la mayoría de males que aquejan a nuestro sufrido y estoico país. 

El Congreso de la Republica por lo demás es un claro ejemplo de las nefastas consecuencias que ha traído para el país la bastarda influencia de los partidos políticos en nuestro sistema republicano de gobierno. 

Un poder del Estado integrado por jadeantes esbirros al servicio de las camarillas enquistadas en la dirección de dichos partidos y cuya característica común es la ignorancia, una soberbia injustificada, la ausencia de convicción democrática, una insensibilidad supina que les impide servir para alcanzar el bien común, una grotesca voracidad fenicia y sobretodo, una total incapacidad de raciocinio propio. En suma, un muladar político pusilánime obnubilado por bajas pasiones e impropio de la investidura que ostenta.[2] 

El sistema judicial a su vez es una cloaca legal donde todos sus miembros son corruptos… algunos por acción y otros por omisión. Corruptos organizados en verdaderas bandas delictivas para comercializar con la justicia y por otro lado jurisconsultos pusilánimes incapaces de oponerse y/o denunciarlas ya sea por temor o conveniencia. Un sistema que administra la legalidad pero donde la gran ausente es precisamente la Justicia. Un sistema que en un país dividido por preferencias políticas, aunque parezca increíble, muy probablemente mas del 90% de la población coincide que el sistema judicial peruano es una desgracia.

Por ultimo para adornar esa fétida realidad no escapa a la misma el primitivismo implícito en el contradictorio nombramiento de un fiscal de la nación que proviene precisamente de la cloaca judicial que tiene al país y a sus ciudadanos como rehenes. 

Un fiscal al que poco le importa faltar a la verdad y que muy orondo declarara que el era la persona mas adecuada para luchar contra la corrupción en el poder judicial porque el sabia donde se escondía la misma. 

Es decir, el conocía de dicha corrupción y nunca dijo y/o hizo nada y aunque parezca inaudito, la soberbia y seguridad de su impunidad hizo que no tuviera reparo en calificarse legalmente con su declaración como cómplice de esa corrupción. 

Contrario a lo que creen los pesimistas existenciales, la situación por la que atraviesa el Perú no es exclusiva de nuestro país o siquiera original y ciertamente tiene solución. Pensadores a lo largo de la historia han sido conscientes de estos peligros e inclusive han escrito múltiples tratados discutiendo los mismos. Basta leer la siguiente cita de Frederic Bastiat para darnos cuenta del lugar común en el que nos encontramos.
  • “Cuando el saqueo se convierte en una forma de vida para un grupo de hombres en la sociedad, en el transcurso del tiempo ellos crearan para si mismos un sistema legal que los autoriza para ello y un código moral que glorifica su accionar.”
Esta es la encrucijada en la que nos encontramos actualmente y lograr que nuestro país recupere la solvencia democrática, republicana, judicial y moral que merecemos va a requerir de gran desprendimiento, determinación, trabajo y convicción por parte de todos aquellos que no somos parte integrante de esa toxica realidad en la que se encuentra atrapado el país y que aspiramos a un país de ideas y valores fundamentales como libertad, justicia, honor, deber, piedad, igualdad y esperanza.
 
Quienes hoy ostentan poder en las instituciones comprometidas no van a cambiar nada por la simple razón de que no van a atentar contra si mismos. Lo mas probable es que se ofrezcan a cambiar todo el aparato estatal para disfrazar sus verdaderas intenciones y luego sabotear todo esfuerzo para lograr ese objetivo.

Las palabras de un comentarista americano que firma como "Jesse" en su bitácora son bastante elocuentes en este sentido.
  • “Una trampa de credibilidad es cuando las funciones administrativas y gerenciales de una sociedad han sido comprometidas por la corrupción en grado suficiente  como para que los lideres no la puedan reformar o siquiera discutir honestamente los problemas de dicho sistema sin implicar a un amplio sector del poder incluidos ellos mismos. Los intereses económicos y sus aspirantes toleran la corrupción porque se han beneficiado de ella y desearían continuar haciéndolo. La disciplina del sistema es mantenida mediante inocentes recompensas económicas y coerción tanto social como profesional.”
En este contexto tenemos que lamentar los comentarios de algunos periodistas y comentaristas que con ocasión de la prisión preventiva decretada contra algunos políticos se rasgan las vestiduras exigiendo debido proceso y estándares judiciales irreales e inexistentes en el Perú debido a la incapacidad, profunda corrupción y pútrido estado en el que se encuentra la administración de justicia en el país.

No es dable pues exigir y cuestionar estándares judiciales para unos pocos poderosos y privilegiados, que en efecto probablemente no están gozando de la imparcialidad a la que tienen derecho, y al mismo tiempo ignorar a los cientos y hasta miles de ciudadanos modestos, comunes y corrientes y/o racialmente estigmatizados que vienen sufriendo durante años exactamente las mismas limitaciones y abusos judiciales sin que nadie haya hecho nada o siquiera comentado el caso de ellos.

Aquellos que hoy cuestionan la violación de sus derechos civiles y sus jadeantes “ayayeros” son precisamente los artífices y culpables de que el sistema judicial peruano este en la vergonzosa situación en la esta y no obstante que muchos de ellos han tenido la oportunidad de actuar y/o de opinar al respecto para solucionar el problema nunca hicieron nada.

Los políticos encarcelados están sufriendo lo que todos los ciudadanos del Perú sufren día a día si tienen la desgracia de caer en las garras del poder judicial y por tanto no tienen derecho a reclamar un trato especial hasta que los ciudadanos modestos, comunes y corrientes tengan la garantía de ser tratados con el mismo estándar. 

A quienes cuestionan la probidad judicial bueno seria que ocupen su tiempo en plantear alternativas para reformar profunda y rápidamente el poder judicial de forma que los ciudadanos modestos cuenten con las garantías y respeto a sus derechos civiles. Cuando logremos eso, los privilegiados tendrán la garantía de ser tratados de igual manera.  Eso, en lugar de cuestionar, criticar e influir con la intención de deslegitimizar el accionar judicial para obtener trato preferencial en el caso de sus preferidos contribuyendo así precisamente a la corrupción del sistema judicial y el abuso que padecen todos los que no cuentan con influencia.


[1] Constitución Política del Perú, Capitulo III - De los Derechos Políticos y de los Deberes, Articulo 35
[2] “No vamos  permitir que nos arrebaten nuestro país” ( http://syfp.blogspot.com/2018/07/no-vamos-permitir-que-nos-arrebaten.html )


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